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De habitar y contar, un vistazo a mi trabajo desde las palabras.


Ladrillos de barro y papel.

Le voy a hablar, a usted, querido lector, sobre dibujar, construir y habitar, pero se lo voy a contar como se lo contaré algún día a mi hijo, cuando él se empiece a preguntar sobre lo que hace su mamá y como lo hace:

En Londres, una ciudad que queda muy lejos de aquí, cruzando el océano. Un señor llamado James Matthew Barrie escribió la historia de Peter Pan, una obra que ha encantado a muchos adultos y niños como tú. Esta narra las aventuras de un niño, que nunca creció, en compañía de Wendy y los niños perdidos, en el país de Nunca Jamás, una tierra llena de piratas, sirenas, juegos y fantasías. Aunque esta historia se ha reinterpretado de muchas maneras por los adultos, quiero hablarte aquí de una parte que me parece particularmente fascinante: En Nunca Jamás todos parecen querer una madre, desde los niños perdidos hasta los piratas: se imaginan a una mujer que les de medicinas, los haga limpiarse y lo más importante, que les cuente historias. Así que cuando Wendy llega a esta tierra, (donde no llegan las niñas), los niños perdidos de inmediato desean ser sus hijos y empiezan a construirle una casa para que se recupere, pues en ese momento creen que ella está cerca de morir y hacerle una casa alrededor les parece la decisión más apropiada.


Me gustaría tener una casa en el bosque

La más pequeña jamás vista

con pequeñas y graciosas paredes rojas

y un techo de verde musgoso.[1]

(Dice Wendy mientras duerme) (Barrie., 1951)


Y ahí se despierta después, para ver que los niños le ruegan que sea su madre. Lo que me parece curioso, es esta urgencia de construir una casa para la nueva madre, como si desde la visión infantil, la existencia de la casa fuera inherente a la presencia de una madre; -la madre es la casa y la casa es la madre-.

[2]

Esto me recuerda a una pintura de una señora francesa que se llama Louise Bourgeois. En esta aparece el cuerpo desnudo de una mujer que en lugar de cabeza, tiene una casa. Ella dice sobre esa serie que “la Femme Maison (mujer casa) no sabe que esta medio desnuda, y no sabe que está tratando de esconderse. Eso quiere decir que está completamente derrotada porque ella se muestra en el mismo momento en el que cree que se esconde”[3] (Bourgeois, 2007).

Aunque las pinturas, tejidos y esculturas de Bourgeois se acerquen a la idea de la mujer desde una visión cruda y algo agresiva de su ser escondido, oprimida en su casa y en su rol de mamá, y mis acercamientos al mismo tema sean de algún modo más optimistas, es muy interesante cómo ella gira su trabajo en torno a las vivencias y a las luchas internas desde su ser de artista, mujer, madre e hija. Con la pintura expande el cuerpo hasta convertirlo en casa, con las esculturas de tela y bordado lo acorta hasta que sólo queda el torso que aloja al bebé. Ella abre una puerta para hablar de la casa desde la feminidad que la construye y habita.


¿No te resulta familiar este hecho? ¿Te imaginas que podría pasar si una madre no tuviera esa casa?


Cuando una mujer está embarazada, alrededor del sexto mes, empieza a generar un proceso al que llaman Anidar, se trata de un instinto que tiene la futura madre de preparar el lugar para su bebé. Se manifiesta en una serie de conductas y decisiones sobre el espacio que tendrá ese nuevo ser; el color de las paredes, organizar el armario, comprar pañales, etc. Así que podemos creer que la relación de la madre y la casa o la adaptación de ese espacio, viene desde un punto más inconsciente y primigenio..


Desde otro punto de vista, un señor, que vivía en París, llamado Gaston Bachelard hizo una reflexión fenomenológica y poética sobre las formas de habitar y lo que entendemos sensible y psicológicamente como casa, y a su vez como nido, ya que ambos son espacios para y del origen. De hecho en su libro La poética del espacio, trae imágenes a través de los poetas y los escritores que nos deja ver mejor la idea de casa-nido, por ejemplo:


Fernand Lequenne, el amigo de las plantas, paseándose con su mujer Matilde, ve un nido de curruca en un matorral de espina negro: Matilde se arrodilla, alza un dedo, roza el musgo fino y deja el dedo levantado…

de repente me estremece un escalofrío.

La significación femenina del nido colgado en la horca de dos ramas, acaba de ser descubierta por mí. La mata adquiere un valor,tan humano que gritó:

“- ¡No lo toques, sobre todo, no lo toques!” (Bachelard, 1957, pág. 97)


Parece ser entonces que esta relación con la casa o el nido a la feminidad, se ubica en sentidos más allá de una función social. Tener un lugar para ser habitado por los hijos puede ser tan biológico como el mismo parto. Y la relación cultural ya esta tan inmersa en la cotidianidad que no hace falta ni pensarlo, las imágenes como la de un nido en un árbol ya son inseparables a nuestra idea de feminidad.


Como mamá, esa necesidad o impulso por tener un espacio para habitar contigo, ha estado presente desde antes de que nacieras. Pero al tener ese espacio y luego perderlo, me empezó a generar una serie de sentimientos, falencias y ansiedades, que aunque difíciles pude, con tu inocente ayuda, convertirlos en juego: ¿si tuviéramos una casa cómo sería? ¿Dónde pondríamos el tobogán? ¿Y el jardín cuales árboles tiene? Pues finalmente ¿para qué tener a un niño en la casa, si no es para jugar?


Cuando construían la casa para Wendy, Peter tomó el sombrero de John, lo puso en el techo y de este empezó a salir humo. La casa necesitaba una chimenea, y como en el juego todo funciona, la chimenea funcionó. Siguiendo esa lógica, cuando hago un ladrillo de papel, y a ese le pongo encima más ladrillos de papel, estoy construyendo mi casa en medio de la cocina, y esa casa funciona, y ahí podemos cocinar y dormir.


Entonces ¿es para esto (comer y dormir) que necesitamos una casa? ¿O será para algo más? Hay una palabra muy bonita, Morar, que se parece a otra, Habitar y dice Bachelard que “La casa nido no es nunca joven. Podría decirse con cierta pedantería que es el lugar natural de la función del habitar.” Así pues que habitar es natural o se limita al espacio de alojamiento, es decir que el lugar para habitar es la casa. Pero en un sentido más amplio, ¿no es nuestra misma estancia en la tierra ya un habitar?


Martin Heidegger, un señor Alemán, escribió en 1951 (cuando en su país sufrían de una terrible falta de viviendas) Un texto muy bonito y acertado sobre lo que es construir y habitar; Parafraseándolo diría que: no construimos para habitar sino que construimos porque habitamos, habitamos el mundo y en ese habitar que es también ser, construimos, no sólo en el sentido de edificar sino también en el sentido de cuidar y hacer crecer, en correspondencia y armonía con la naturaleza.


Construir nuestra casa no se trata de edificarla únicamente. Se trata también de pensarla, de cuidarla, hacerla crecer. Puedo dibujar con mucho cuidado el arquetipo de casa, hacer un pequeño hueco en buena tierra, ponerlo ahí, cubrirlo, y hacer que crezca, que crezca la idea, cuidarla para que entre en su propia esencia, y esto es igual a dibujar todos los posibles planos de piso, pensar en cómo beneficia mi casa al barrio, pensar en el color de las puertas y el tratamiento de las aguas. Pensarla para cuidarla; qué para mi es también amarla. Así como bien lo expresa Heidegger:


El rasgo fundamental del habitar es este cuidar (custodiar, velar por). Este rasgo atraviesa el habitar en toda su extensión. Así dicha extensión nos muestra que pensamos que el ser del hombre descansa en el habitar, y descansa en el sentido del residir de los mortales en la tierra. (…) los mortales habitan en la medida en que reciben el cielo como cielo; en la medida en que dejan al sol y a la luna seguir su viaje, a las estrellas su ruta, a las estaciones del año su bendición y su injuria; en la medida en que no convierten la noche en día, ni hacen del día una carrera sin reposo. (Heidegger, 1951, pág. 3)


Y habitamos para ser, y “somos en la medida que habitamos” el habitar implica construir y el construir es cuidar, salvar: “Salvar significa propiamente: franquearle a algo la entrada a su propia esencia.” (Heidegger, 1951, pág. 3) Si es así y el construir mi casa es una forma de salvar-te; dibujarla es construirla; construirla es habitarla. Así es como en nuestra pequeña casa tenemos ya LA casa. El Arte me ha permitido entender que esa necesidad de anidar, no tiene que producir precisamente lugares sólidos; un lugar para habitar en familia puede ser cualquiera (Abrahamson, 2015), pues lo que hace una construcción (edificación) un espacio de hábito, es el cómo se esté (sea) ahí y cómo se relacionen los mortales con ese espacio.

De esta manera la casa la entiendo no como un destino o un fin, sino como parte de mi habitar el mundo; habito con construcciones imaginarias y frágiles, hechas de ideas fuertes, y luego invito a los otros a que habiten también ese espacio, a que lo evidencien y aún más experimenten esa forma de construir.




[1] I wish I had a woodland house,/ The littlest ever seen,/ With funny little red walls,/ And roof of mossy green.


[2] Femme Maison. 1946-1947, óleo y tinta sobre lienzo, 91 x 36 cm


[3]The Femme Maison ‘does not know that she is half naked, and she does not know that she is trying to hide. That is to say, she is totally self-defeating because she shows herself at the very moment that she thinks she is hiding’.


Abrahamson, L. (Dirección). (2015). Room [Película].


Bachelard, G. (1957). La Poética Del Espacio. París.: FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ARGENTINA S A .

Barrie., J. (1951). Peter Pan or The Boy Who Would Not Grow Up. Estados Unidos: Union Internacional para la Conservacion de la Naturaleza y de los Recursos.

Bourgeois, L. (octubre de 2007). http://www.tate.org.uk/. Recuperado el octubre de 2016, de http://www.tate.org.uk/whats-on/exhibition/louise-bourgeois/room-guide/louise-bourgeois-room-1

Heidegger, M. (1951). Costruir, Habitar, Pensar. Darmstadt, Alemania: http://www.geoacademia.cl/docente/mats/construir-habitar-pensar.pdf.


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